Los nuevos amos
Jesús Elorza
Un grupo de jóvenes
estudiantes de literatura de la Universidad Pedagógica conversaban sobre la
narrativa reiterada de Nicolás Maduro de señalar, al igual que, el Difunto
Eterno, a los “Amos del Valle” como la oligarquía responsable de la crisis que
hoy se vive en el país. Si hacemos una revisión del origen de ese término nos
encontramos que Los Amos del Valle es una novela de Francisco Herrera Luque
(1979), en la que se narra la historia de Venezuela desde la conquista del
Valle de Caracas hasta el bautizo de Simón Bolívar. El título de la obra hace
referencia a las veinte familias mantuanas que regían Caracas desde el siglo
XVII.
Aquellos que el pueblo llano llamó
mantuanos, eran los miembros de una élite de familias poderosas de Caracas que
dominaron la escena económica, social y política de Venezuela durante el
período colonial, con protagonismo en el proceso de la Independencia y el
surgimiento de la República. Los llamaran mantuanos por ser los únicos criollos
en Santiago de León con derecho a portar largas y oscuras capas -o manto- como
signo de legítima nobleza, por buscar ser tenidos o reconocidos -estos
descendientes de los primeros pobladores conquistadores de Caracas- como “de
sangre hidalga”, derecho que defendieron ante otros "de menor calidad"
(como blancos de orilla, canarios, y pardos criollos).
El poderío mantuano era totalitario,
englobaba todo lo que podía generar o sostener su fortuna o aumentar su
alcance: Mantenían un control férreo del cabildo de su ciudad (Caracas),
control de los cargos de la Real Hacienda, las dignidades eclesiásticas de la
catedral, los grados y títulos militares. Su interés político se manifestaba
siempre que era necesario, siendo que se sentían dueños naturales de la tierra
y Provincia que sus pasados habían ganado a fuerza de conquistas.
El mantuano era terrateniente y
esclavista, con posesión reiterada de múltiples haciendas de trapiche o trigo,
hatos de ganado en los llanos, plantaciones de cacao, esclavos, indios y
tierras, muchas tierras, aunque su principal ingreso provino siempre y
fundamentalmente de la venta de su cacao a México, pues en aquel virreinato
existía preferencia por el cacao de Caracas frente a otros cacaos competidores
como el de Guayaquil. Algunos de estos mantuanos, los más ricos, fueron llamados
los "Grandes Cacaos" por el constante flujo de plata amonedada que
les producía este negocio.
En ese contexto de la novela de Herrera
Luque, queda claramente definido el carácter totalitario, autocrático,
corrupto, represivo y controlador social del mantuanismo y no hay parecido más
igual con esa estructura que la de la revolución bolivariana del siglo XXI. Los
mantuanos chavistas-maduristas representan una oligarquía cívico-militar, más
militar que civil que, tiene el control político, económico, social y militar
del país. Gobernaciones, alcaldías, asambleas legislativas, asamblea nacional,
ministerios, empresas del estado y las fuerzas armadas están dirigidas por
militares o civiles plenamente identificados con el régimen. Y al igual
que en la colonia reprimen con todas sus armas jurídicas y policiales la
disidencia o protesta social.
Si uno de los rasgos de la modernidad es
la heterogeneidad de las elites, ese paisaje ha sido aplanado por el
chavismo-madurismo. Las cúpulas que se beneficiaron de los negocios con el
gobierno, en torno de la Fuerza Armada o el Partido Socialista Unido de
Venezuela, son las que están a flote y han establecido sus mecanismos para
compartir el poder sin perderlo.
Los jóvenes, al final de su
conversación, quedaron convencidos que este régimen, en sus 24 años en el
poder, ha pasado a ser no solo los nuevos amos no del valle sino de
Venezuela. El país se parece más a la nación de feudos, hoy asociados a
oscuros negocios bajo el ala del Estado, que el historiador Francisco Herrera
Luque noveló como una nación fragmentada, cuya reconstrucción dependería del
surgimiento de nuevas elites y nuevos relevos.