VIOLENCIA ALIMENTARÍA
Jesús Elorza
Aunque los Comités Locales de Abastecimiento y Producción fueron
lanzados, en principio, como canales que darían fuerza al poder comunal, lo
cierto es que en la práctica las comunidades no han manejado ni los recursos
económicos, ni se han encargado de la selección de los productos, ni han tenido
un papel en la frecuencia de distribución, señala el más reciente informe sobre
la situación de los derechos humanos en Venezuela de la ONG Provea.
"La militarización en el
terreno de los CLAP generó una estructura con instancias llamadas 'Centro de
Mando' y 'Estado Mayor de los CLAP', lo cual da cuenta de una jerarquía y una
línea de mando que pone en duda que este sistema de distribución sea una
gestión verdaderamente autónoma de las comunidades", apunta el documento.
Los
CLAP fueron un mecanismo que se creó
al margen de lo establecido en la Constitución y no obedecieron a una ley dictada
por la Asamblea
Nacional , como lo indican los artículos 137 y 156 de la Carta Magna. El decreto
que rige su instalación no indica cómo se constituyen ni quiénes lo integran y
les da competencias públicas inconstitucionales, como las del mantenimiento del
orden público, sin establecer para ello regulación ni límites; no forman parte
de la administración pública y están integrados por "grupos paraestatales
de claro corte partidista".
Otro
de los graves cuestionamientos es que se promovió con ellos "un monopolio
de lo alimentario manejado por un grupo de ciudadanos con más poder que otros,
solo por razones de ideología política". Paradójicamente, además, "al
ir progresivamente subiendo el costo de las bolsas de alimentos e incluir en
ellos productos importados en dólares, el manejo de los CLAP violaba la Ley de Precios Justos y dio paso
a una corrupción generalizada.
El tejido que somete el acceso a
los alimentos a un control político y militar del país no es gratuito, sino que
obedece a un síntoma de un proceso que los expertos han bautizado como violencia alimentaria. Cuya expresión
fundamental es “el sometimiento de una sociedad a partir del hambre de las
personas, de la coerción de su libertad de elección en materia alimentaria y de
la manipulación de toda la cadena socio productiva de los alimentos con un fin
ideológico o político. Las denuncias
de discriminación por razones políticas, de las que han sido objeto los CLAP,
vulneran la
Observación General N° 12 del Comité de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación , que
señala que no se debe negar el acceso a los alimentos a determinados individuos
o grupos, "y que establece como falta del Estado no controlar las
actividades de individuos o grupos para evitar que violen el derecho a la
alimentación de otras personas”.
Esta
violencia alimentaria tiene que ver con lo que
significa hacer la cola para comprar alimentos, que tengas que identificarte
con un capta huellas, que tengas
que sustituir la alimentación tradicional por productos
extraños a tu cultura, la absoluta sensación de impotencia que sufres por no
poder contrarrestar lo que está ocurriendo. Además,
se caracteriza por la escasez, por la inflación y la pulverización del poder
adquisitivo, por la pérdida de calidad de la alimentación hasta en su contenido
simbólico, por el hambre que empujó a muchas personas a los basureros y por el
daño ya evidente sobre el estado nutricional de niños y adultos, sobre la
educación y sobre la violencia que el hambre y la escasez detonaron.
Todo esto es producto
de una política hambreadora que el régimen ha ido desarrollando paulatinamente
desde al año 2001 con la promulgación de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario y continuó
“a paso de vencedores” con el Plan Especial de Seguridad y Soberanía Alimentaria e
inauguración del primer Mercal (2003), Misión Mercal y Casas de Alimentación ( 2004), Misión Alimentación (2007), Ley Orgánica de Seguridad y Soberanía
Agroalimentaria (2008), Creación de Pdval (2008), Expropiación de Agroisleña (2010), Expropiación Hacienda Bolívar (2011), Gran
Misión Abastecimiento Seguro y Soberano (2016) y los CLAP (2016).
Se puede afirmar, sin temor
alguno, que el régimen ha hecho de la distribución de alimentos un mecanismo
perverso de dominación política e ideológica. Ofrecieron fraudulentamente vender alimentos a precios justos y
terminaron distribuyendo comida dolarizada y ajena a la cultura venezolana; los
CLAP fueron promocionados como una medida temporal debido a la emergencia
alimentaria, cuando en realidad solo buscaban dar forma de organización e
instalar las bases de defensa de la revolución, la compra de votos para los
procesos electorales y un multimillonario proceso de corrupción.
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