Atletas y entrenadores
en los juegos bolivarianos.
Jesús Elorza
El papel de los entrenadores
y atletas venezolanos en los Juegos Deportivos Bolivarianos 2025 debe
conceptualizarse como un acto de heroísmo cívico y resiliencia extrema,
forzado a operar en un sistema deliberadamente fallido. Su esfuerzo no solo
buscó mantener la competitividad, sino también salvaguardar la dignidad del
deporte venezolano frente a una crisis estructural impuesta desde la
gestión pública.
El mayor valor aportado
por los atletas y entrenadores honestos fue su resistencia moral contra las
prácticas fraudulentas y la corrupción.
A pesar de la Opacidad
Financiera y de que las federaciones no recibieran los presupuestos
necesarios para sus Programas Operativos Anuales (POA), los atletas y
entrenadores mantuvieron sus programas de entrenamiento mediante el autofinanciamiento,
el apoyo familiar o la autogestión de sus comunidades. Su compromiso con el
país se mantuvo intacto, sin ser cooptados por los fondos "desconocidos"
o malversados.
La mayoría de los atletas
y entrenadores enfrentaron con dignidad la política de "Naturalización
Exprés", como la vista en la selección de softbol femenino. Su
presencia en la delegación representó un reclamo silencioso por el valor
del talento forjado en Venezuela, defendiendo la identidad nacional genuina
frente a la consigna populista que prioriza el resultado artificial
sobre el desarrollo de base.
La preparación para los
Juegos Bolivarianos 2025 se convirtió en un acto de supervivencia, donde los
atletas y entrenadores asumieron roles que debían ser responsabilidad del
Estado.
El atleta operó como su
propio gestor de recursos. Ante la carencia de un Programa de Asistencia
Integral (becas, atención médica, transporte y alimentación), muchos
tuvieron que trabajar o depender de la diáspora familiar para financiar
su entrenamiento, sacrificando su tiempo de recuperación y estudio. El
entrenador, por su parte, tuvo que convertirse en un psicólogo, nutricionista y
gestor de recursos ad honorem.
Los entrenadores
mostraron una lealtad excepcional a su vocación, a pesar de tener contratos
colectivos congelados desde el 2000, recibir salarios y pensiones de
hambre, y no contar con seguros HCM. Esta persistencia, en medio de
la discriminación salarial frente a figuras extranjeras, es la
demostración de un profundo compromiso ético con su deporte.
La permanencia de estos
atletas y entrenadores en el país es la última línea de defensa contra
la desintegración total del deporte venezolano. Su esfuerzo, a pesar de las
tentaciones de la Diáspora, mantuvo encendida la llama de la
competitividad y la esperanza para las nuevas generaciones.
En conclusión, el papel
de este capital humano fue el de sostener la actividad deportiva por la vía
de la voluntad y la ética, exponiendo con cada medalla —ganada o perdida—
la grave crisis de gestión y corrupción que necesita ser erradicada.
Si bien los atletas y
entrenadores han demostrado un heroísmo indudable al sostener la
competitividad en medio del colapso, el silencio frente a la desidia
gubernamental se convierte, inevitablemente, en un apoyo tácito al statu quo.
La participación de Venezuela en los Juegos Bolivarianos 2025 fue una
exhibición de resiliencia épica, no de excelencia sistémica. Los atletas
y entrenadores, al competir sin becas, sin seguros HCM, y con salarios de
hambre, demostraron una lealtad inquebrantable a la nación. Sin embargo, esa
misma lealtad está en riesgo de ser instrumentalizada.
El
régimen y la dirigencia deportiva inescrupulosa dependen del silencio de las víctimas para que la
narrativa oficial —la de la "Generación de Oro"— prevalezca sobre la
realidad de la corrupción y el abandono.
Permanecer callado ante
las continuas violaciones a los derechos laborales y humanos convierte al
desempeño deportivo en una herramienta de propaganda gubernamental.
Cuando un atleta triunfa, el éxito es inmediatamente capitalizado por quienes
han desviado los recursos del Fondo Nacional del Deporte. El silencio
permite que la dirigencia corrupta siga operando sin rendir cuentas sobre los recursos
millonarios "desconocidos". ¿De qué sirve el esfuerzo si el
dinero destinado a becas y la seguridad social sigue durmiendo el "sueño
del burócrata" o financiando el fraude de la "naturalización exprés"?
No alzar la voz frente a
la discriminación salarial (en favor de figuras como los
"entrenadores cubanos" o atletas naturalizados) y el congelamiento de
los contratos colectivos desde el año 2000 es una traición a la base
trabajadora del deporte: obreros, empleados y entrenadores activos, jubilados y
pensionados.
Callar sobre la falta de
un Programa de Asistencia Integral o la precariedad de los seguros HCM
es aceptar que la vida y la salud del atleta son descartables una vez que ya no
producen medallas.
Los atletas y
entrenadores tienen a su disposición las bases primarias de la
organización deportiva para canalizar su protesta de manera organizada y
legítima:
- Asociaciones de Atletas:
Deben dejar de ser entes pasivos y transformarse en sindicatos de
defensa de derechos. Su misión es utilizar la plataforma pública que
les da el alto rendimiento para exigir la restitución del patrimonio,
el pago de becas dignas y el fin del fraude de la naturalización
ilegal.
- Colegio de Entrenadores:
Los entrenadores tienen el deber ético de denunciar las injusticias
laborales y el colapso de la formación académica (como el
cierre de la Escuela Nacional de Entrenadores). El gremio es el
instrumento para exigir la homologación de pensiones y jubilaciones
y el rescate de los fondos de las Cajas de Ahorro.
El momento de la verdad
para el deporte venezolano no se gana en un podio, sino cuando sus
protagonistas deciden que su autoridad moral vale más que un silencio
comprado con migajas. La voz de los atletas y entrenadores es indispensable
para desmantelar la dirigencia opaca y construir "Un Deporte Mejor en
una Sociedad Mejor."