 
 
TRANSGENEROS Y DEPORTE
Jesús Elorza
El
 debate de la transexualidad no es nuevo y lleva años generando una gran
 polémica en el deporte mundial. En 2016 la lucha por el derecho a la 
identidad sexual obtuvo uno de sus mayores triunfos. El Comité Olímpico 
Internacional (COI ) tomó la decisión de permitir que los deportistas 
transgéneros participasen en los Juegos Olímpicos (JJOO) bajo ciertas 
condiciones.
En una revisión histórica, podemos ver que el 
mundo deportivo fue sacudido en 1976, cuando la tenista trans Renee 
Richards abrió el camino disputando el US Open. Primero, la 
estadounidense compitió varios años bajo el nombre de Richard Raskin y 
en 1975 decidió cambiar de sexo. Al año siguiente cuando se inscribió en
 el US Open femenino, sus colegas estallaron y el Comité Organizador del
 evento exigió un análisis de cromosomas, según la normativa del COI 
para la época.
Ofendida por la medida, Richards demandó a la 
Asociación de Tenis de los Estados Unidos ante la Corte de New York. Un 
ano mas tarde, el tribunal le dio la razón y en consecuencia Renee pudo 
participar en el US Open 1977, en donde logró clasificar a la final de 
dobles.
También, resalta el caso de la atleta sudafricana 
Carter Semenya, quien luego de haber ganado su prueba de 800 metros en 
el Campeonato Mundial de Atletismo 2009 fue acusada por otras 
participantes de "no ser mujer" Siendo sometida a una prueba de 
verificación de sexo, solicitada por la Asociación Internacional de 
Federaciones de Atletismo (IAAF).
Hoy en día, en los torneos 
internacionales ya no se practica la verificación de sexo directa, que a
 partir de 1946 se basaba inicialmente en examen visual. Luego, a las 
trans que querían participar en unos Juegos Olímpicos se les exigía 
tanto una terapia hormonal como una cirugía para eliminar los atributos 
sexuales externo (2003)s; después se pasó al estudio de los cromosomas. 
El último reglamento del COI (2016), elimina ya la necesidad de 
operaciones quirúrgicas, y establece que quien quiera participar como 
mujer tiene que declararse mujer, y que no puede cambiar de género al 
menos durante cuatro años para la práctica deportiva. Además, fija en un
 tope de diez nanogramos de testosterona por mililitro de sangre el 
máximo que puede tener una mujer para poder participar en pruebas 
femeninas. Eso les exigirá la toma de medicación para bloquear la 
llamada hormona masculina, la de la fuerza y la barba. Para las mujeres 
que hagan la transición a hombres no hay ninguna exigencia.
El
 conflicto ha aumentado en los últimos tiempos por la cercanía de los 
Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (JJOO). Allí se darán cita, si el 
coronavirus lo permite, los mejores deportistas del planeta, pero hay 
dos nombres que acaparan parte de los focos por ser transexuales: 
Tiffany Abreu y Laurel Hubbard.
Tifanny Abreu, jugadora de 
voleibol que compitió como Rodrigo Abreu hasta 2012, podría formar parte
 del equipo femenino de Brasil en los JJOO.
La deportista 
neozelandesa, Laurel Hubbard, se sometió a un cambio de sexo en 2012 y 
fue cinco años después cuando su nombre empezó a sonar en el panorama 
mundial del deporte tras cosechar sus primeros grandes resultados 
internacionales. Hubbard es elegible para competir en eventos femeninos,
 de acuerdo con las pautas de la Federación Internacional de 
Halterofilia para la inclusión de atletas transgénero.
Sin embargo,
 es importante resaltar que el debate en torno a este tema sigue 
abierto. Los Juegos Olímpicos de Tokyo, de llegar a realizarse, pondrá 
sobre el tapete la lucha por el derecho a la identidad sexual y cobrara 
mayor fuerza la igualdad y la no discriminación por razón de sexo, como 
una obligación de derecho internacional general, que vincula a todas las
 naciones y dado su carácter primordial se establece siempre como un 
principio que debe inspirar el resto de los derechos fundamentales.
 
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