domingo, 18 de septiembre de 2022

 






















El lado oscuro de la abuelita reina

Jesús Elorza

Los medios de comunicación, centran sus publicaciones en enaltecer la figura de Isabel II, lo que no dicen es que ella y su familia son responsables de miles de muertos, de saqueos en el mundo y de la expoliación fundamentalmente al África. El fallecimiento de la reina Isabel, la monarca que supervisó un gobierno que patrocinó el genocidio, representa un momento apropiado para mirar honestamente el daño que causó el imperio británico. Durante siglos la monarquía inglesa se dedicó a robar la riqueza y territorios de otros pueblos, especialmente en África. Ya en el reinado de la hoy idolatrada Isabel II impusieron regímenes de masacre en el continente africano. Tal es el caso de Kenia y de Sudáfrica donde tenían verdaderos campos de concentración y tortura

En países como Nigeria, Tanzania o Kenia su nombre está ligado a una monarquía que, “al igual que tras su muerte se ha resaltado que ha sido un símbolo de unidad y continuidad, muchas sociedades africanas ligan su figura a la colonización y la opresión que han vivido los pueblos africanos”

La familia real británica se ha enriquecido a base del saqueo y la colonización de África. En la corona y el cetro de Isabel II, hay fragmentos del diamante de la Estrella de África. La piedra fue robada de Sudáfrica en 1905 y tiene un valor de 400 millones de dólares. En Yemen del Sur, Isabel II estableció un apartheid contra los yemeníes nativos, que eran perseguidos y asesinados por sus soldados de ocupación. En los años 60, el pueblo yemení se rebeló e Isabel II ordenó reprimir a todos los que se sublevaran. En Kenia, apenas 6 meses después de la coronación de Isabel II, tuvo lugar la mayor masacre británica en África. La masacre de Mau Mau, donde los británicos reprimieron a los kenianos que se sublevaron y les bombardearon con 6 millones de bombas matando a más de 300000 kenianos. Igual que en la Alemania nazi, en Kenia con la aprobación de Isabel II y de Churchill, se establecieron campos de concentración incluso para niños. El modelo nazi fue usado por el imperialismo inglés contra los Mau Mau, usándolos como mano de obra esclava y violando todos los DDHH.Los campos de concentración británicos para niños en Kenia eran llamados «Wamumu Camp», donde era «educados» por los colonialistas blancos británicos y hacían trabajos forzados bajo disciplina militar. Por no hablar del saqueo imperialista que persiste hasta hoy, el sistemático exterminio de indígenas apoyado por los británicos en sus gobiernos títeres en África o los golpes de estado contra países soberanos, todo bajo la monarquía de Isabel II que se enriquece de ello. Su familia fue íntima amiga de los nazis, su tío Eduardo VIII junto a su mujer, Wallis Simpson, duquesa de Windsor, visitaban a Adolf Hitler muy a menudo en sus banquetes. Esta es la «abuelita simpática» que los medios han blanqueado durante décadas. La «abuelita» que con 31 años comandó a un ejército a encerrar a 1,5 millones de personas en campos de concentración en Kenia y que vivió del saqueo imperialista, rodeada del oro robado a África».

El partido Libertad Económica (The Economic Freedom Fighters) de Suráfrica  recuerda en un comunicado que la reina Isabel II ascendió al trono en 1952, reinando durante 70 años como jefe de “una institución construida, sostenida y viviendo de un legado brutal de deshumanización de millones de personas en todo el mundo”, dicen un comunicado. “No lamentamos la muerte de Isabel, porque para nosotros su muerte es un recordatorio de un período muy trágico en la historia de este país y de África”. Las corrientes más progresistas en Kenya, Nigeria, Uganda y Tanzania o Sudáfrica, ligan a la monarquía con el atroz pasado colonial y reivindican la desconexión definitiva, es decir, la salida de la Commonwealth.

En esos primeros años en que Isabel II aprendía a ser reina, el Ejército británico respondió a la rebelión de Kenia, que fue denominada del Mau Mau, con una campaña de ejecuciones, torturas y asesinatos de motivación claramente racista. Los enemigos fueron tratados como animales, y eso incluía a la población civil. Al igual que en la Guerra de los Boer en Sudáfrica a principios de siglo, se montaron campos de concentración por todo el país para encerrar sobre todo a los keniatas de la etnia kikuyu, mayoritaria en el país, a los que se consideraba simpatizantes del movimiento insurgente. En 1954 ya habían encerrado a 70.000 personas. Las cifras se dispararon cuando la política de concentrar a la población civil se extendió a campos y poblados rodeados como si fueran una prisión. Más de un millón de keniatas compartieron un destino cruel que acabó con miles de muertos por hambre y enfermedades, abandonados a su suerte.

Más allá de algunas referencias genéricas, la reina nunca pidió disculpas en nombre del Estado británico por las matanzas realizadas en Kenia y otros países de África y Asia por el imperio.

Gran Bretaña, junto a Francia e Israel, llevó a cabo una última aventura imperial con la invasión de Egipto como respuesta a la nacionalización del Canal de Suez por Nasser, al que la propaganda británica tildaba del nuevo Hitler.

En la controversia por Las Malvinas, la monarca no decidió, pero sí avaló las acciones adoptadas por la entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher (1979-1990), relativas a la guerra con Argentina. Conflicto bélico que duró 74 días, se saldó con un triunfo británico y se llevó la vida de 649 argentinos, 255 británicos y tres isleños. Además, de avalar las decisiones tomadas por el Gobierno de Thatcher, Isabel II movilizó apoyos en todo el Commonwealth (Mancomunidad de Naciones).

En conclusión, su santidad la abuelita Isabel, no era tan santa como ahora pretenden presentarla, era una consumada colonialista que justificaba las acciones criminales y genocidas de su ejército en su agresión imperialista a los pueblos del mundo y que, en sus siete décadas de mandato, el perdón o las disculpas por las reiteradas violaciones a los Derechos Humanos no estaban su léxico monárquico.


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